

La mezcla de tradiciones convertida en cultura auténtica se ha desarrollado, prácticamente al paralelo de la nacionalidad cubana. Hay momentos notables y la década de 1950 fue, sin dudas, uno de ellos: una de las inspiraciones y sustentos de agrupaciones posteriores, como el Buena Vista Social Club.
El sentimiento de los boleros remite sin dudas a esta época de oro.
Representa la cúspide de una significativa y diversa tradición, que incluye la trova del siglo XIX y las Habaneras, los danzones del salón, el son, el chachachá, el mambo. De ello se alimentó el bolero bailable, con una fuerte influencia y popularidad hasta hoy.
Se trata de un momento de transculturaciones entre diferentes manifestaciones musicales, tanto nacionales como internacionales. Es en esta década que confluyen en algo distinto, determinante para el éxito de la música cubana, que unida a la estadounidense y la brasileña, es considerada una de las que mayor influencia tiene a nivel mundial.
De este modo, la jazzband se cubanizaría con un repertorio de guarachas, rumbas y congas de salón, donde particularmente resalta el virtuosismo pianístico.
El bolero era rey en esta etapa. Logró calar en la cultura popular, con sustento en estilos glamourosos como los de Ernesto Lecuona, influencias del slow y el jazz. Son memorables las composiciones de Julio Gutiérrez (“Llanto de luna” e “Inolvidable”, un éxito aún conmovedor) y el célebre “Quizás, quizás, quizás”, de Osvaldo Farrés.
Imposible obviar a Roberto Faz, gran exponente del bolero con el conjunto Casino y luego con su propia agrupación. Hizo famoso “Deuda”, de Luis Marquetti, “Comprensión”, de Cristóbal Dobal y “Cosas del alma”, de Pepe Delgado.
Sentaron además pautas Rolando Laserie, el Guapo del Bolero, con temas como “Las 40”, “El tango llevado a bolero”, “Estás equivocada”; José Tejedor y sus “Ansias Prohibidas”, “Un siglo de ausencia”, “Pasión sin frenos”; y el rey de las victrolas: Orlando Contreras.
Los septetos también se sitúan como uno de los formatos más relevantes, a partir de cambios puntuales. Aumentaron las trompetas y el coro de voces, sumaron piano y tumbadoras hasta dar lugar al nacimiento de los “conjuntos”.
En este sentido, la Sonora Matancera sería un suceso histórico, marcado por interpretaciones de grandes como Celia Cruz.
Fue la música cubana de la década de los 50 la base para movimientos posteriores. Inspiró el inigualable disco del Buena Vista Social Club que hacia 1998 llevó la sonoridad de una isla del Caribe a los corazones de todo el planeta y nos sigue conmoviendo hasta hoy.